miércoles, 20 de diciembre de 2017

Desafío de los 30 días, día 20



20.- Cuéntanos algo feo relacionado con el hecho de ser rolero.

No tengo muchas anécdotas para esta entrada, pero sí que recuerdo algunas pequeñas historias relacionadas con eso. La que se me viene ahora a la cabeza guarda relación con el tema de los asesinos del rol. Esto ocurrió en 1994 y por aquel entonces yo estaba en pleno apogeo rolero. Poseía varios grupos de jugadores, y amigotes míos entraban y salían de mi casa para jugar, crear personajes y demás historias.

Cuando ocurrió lo del crimen del rol, la prensa intentó boicotear a quienes practicamos este hobby, y en cierta medida, el mensaje caló en mi familia. En plena vorágine noticiera, recuerdo que se me recriminó unas cuantas veces el hecho de ser jugador de rol, haciendo especial énfasis en detalles absolutamente inofensivos, como por ejemplo mi mazo de cartas del Tarokka, de Ravenloft y que seguramente debería ser satánico (supongo yo), o fuente e mis futuros impulsos asesinos que todavía no han llegado, pero oye, nunca se sabe cuando terminarán por brotar.

El mago, el guerrero, el pícaro y el clérigo...Esto es tan cierto como cuando apareció en el libro de Revelaciones. 


Al final, se impuso la razón. Y con un poco de azúcar pedagogía sobre juegos de rol, me acabaron dejando por imposible. Sin embargo, los padres de algunos de mis amigos les prohibieron volver a jugar...Y así hasta día de hoy. La cosa no volvió a ser lo mismo y poco después dí por concluida mi primera edad de oro del rol. Luego llegaría otra, ya en tiempos de facultad, pero esa es otra historia. Sin embargo, el estigma social que supuso en su momento las desaprensivas acusaciones de un atajo de pseudoperiodistas ignorantes, no se me ha olvidado pese al paso de los años.

También hubo algunos insignes con los que pudimos contar para nuestro bando, como por ejemplo Pérez Reverte, pero el daño quedó hecho. Y de hecho, todavía creo que aunque no me lo dicen en mi casa, la cosa de que yo coleccione libros de rol y aún juegue de tarde en tarde (y más aún a mi edad), es algo que no les termina de encajar, aunque se agradece que al menos respeten los intereses de los demás. Por supuesto, tales suspicacias se extienden a otras aficiones mías como la lectura de libros de Terry Pratchett en lugar de, pues qué se yo, Patria de Fernando Aramburu.

Creo que todo esto lo ven como una flagrante falta de madurez. Algo que me resulta gracioso teniendo en cuenta que me inicié en esto del rol por mediación de mi padre.

Curiosamente, mis suegros, que son unos santos, no sólo nunca han cuestionado mis aficiones, sino que además, cada vez que hay alguna ocasión especial me regalan alguna cosa de las que nos gustan. Estas navidades, por ejemplo, me tienen guardada como sorpresa, la Funesta Mano del Destino, que yo lo sé, que he visto el paquete. Y también un juego de dados.

Supongo que nadie es profeta en su tierra.

Y hasta aquí la entrada de hoy. Podéis ver los más diversos traumas de los distintos participantes del Desafío, pinchando en este listado.

Mañana mismo, ¡más cosas!





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