domingo, 3 de noviembre de 2013

El Desafío de los 30 días, día 4

¿Cual ha sido mi mejor master?

Pienso que conmigo se cumple esa vieja maldición del Director que es de todos conocida como "dirige una partida y terminarás dirigiéndolas todas".

 Por suerte o por desgracia, salvo honrosas excepciones, casi siempre me toca hacer las veces de narrador. Bien mirado, en las pocas ocasiones en me ha tocado interpretar el papel de aventurero, siempre he dado con directores que derrochaban calidad y de los que siempre he podido aprender cosas además de disfrutar jugando.

Ahora mismo se me vienen a la cabeza dos casos muy particulares, sin contar aquellas jornadas en las que me enseñaron a jugar a D&D, y que quedarán siempre en mi recuerdo, a pesar de que mi ingrata memoria haya olvidado el nombre de quien probablemente fue mi mayor mentor; ese que destapó la caja de los truenos.

El Halfling saqueador de tumbas, el típico enano malauva y otros personajes bajitos son siempre los que me toca interpretar. Ya sabéis lo que dice sobre los venenos y los frascos pequeños.

Recuerdo que la primera es la partida que me rescató para el rol por segunda vez, muchos años después de mi primera etapa rolera fue El Contrato de Oldenhaller, dirigida por mi amigo Dani, ahora ya retirado de todas estas cosas, dedicado a sus niños y hecho un hombre de bien. El tío se había currado un prólogo bastante decente anterior a la propia aventura del libro básico de Warhammer, y la partida se prolongó unas cinco o seis horas, hasta las tantas de la mañana, entre tensiones y situaciones muy jodidas, a la par que extraordinariamente divertidas.

 Paradójicamente, aunque aquella fue una partida que concluyó con un TPK (Total Party Kill), la verdad es que todos nos divertimos mucho a pesar de la  aberración de Nurgle que se llevó nuestras almas, condenadas por siempre por causa de los Poderes Ruinosos. La lucha final, desesperada y con desenlace macabro todavía perdura fresca en mi memoria como si fuera ayer. Aquella partida, incluído el final, me trajo a la memoria tiempos mejores y me hizo volver a disfrutar con el rol, ¿qué más puedo añadir?. Después tuve la suerte de jugar alguna cosilla más con mi colega como director...No muchas más en realidad, pero sólo por lo anterior merece la pena que lo mencione por aquí.

Oldenhaller, vendiendo las motos como si fueran churritos desde mediados de los noventa

El segundo caso se lo debo a Saratai, del foro de Igarol, quien me enseñó cómo se ha de jugar una partida de rol vía internet, Prisión de Almas, dónde tuve el placer de interpretar a Cässim, un joven carbonero cojo y tartamudo a quien sólo interesaba el dinero y que llegó a vender a sus camaradas no sin pagar por ello un alto precio.

Con Saratai aprendí cuales son las grandes ventajas de preparar una partida online, la gestión efectiva de grandes grupos de jugadores y la enorme dedicación que es necesaria, (mucho más que en la mesa), para conseguir un resultado satisfactorio y que fuera capaz de mantener el interés de los jugadores durante varios años consecutivos.

Esos dos ejemplo son, sin temor a equivocarme, los que más me han influenciado, o de los que mejores sensaciones he sacado sentado a la mesa como jugador.

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