Buenas tardes a todos. Esta semana he continuado dándole vueltas al tema del crossover de Protomundo con Danmaku! (la ambientación manga que podréis encontrar muchas entradas atrás si utilizáis el buscador). Me he propuesto hacerlo a modo de kit introductorio con un conjunto reglas propias, en base a elementos retroalimentados de otras ideas que utilicé en viejos proyectos inacabados.
La cosa va para largo y no creo que esté listo hasta después de navidad, sin embargo, a modo de aperitivo, os dejo el relato introductório que acompañará a la aventura. Espero que os guste.
La trémula luz de las últimas horas de la tarde a través de
la niebla artificial arrojaba espectrales sombras sobre la cenicienta ciudad de
Celestia.
Los fantasmagóricos tonos cerúleos de la legendaria energía
de Yikku, el falso sol, desdibujaban el contorno de las redondeadas formas de
las chimeneas industriales y las alargadas siluetas de de los edificios más
cercanos a la estación aérea del sector 73, dónde los zeppelines continuaban su
lento trasiego sobre la sobrecargada atmósfera de la urbe, siempre en constante movimiento.
Ojalá tuviera buena mano para ilustrar así. No es exactamente cómo lo había descrito e imaginado, pero sí bastante parecido. |
Sidonie, el emperador de Aries, había fallecido.
En algún lugar allá abajo, el cansancio comenzaba a hacer
mella entre los presentes en los precipitados rituales del funeral, mientras los
golpes de pala y la espantosa sarta de insultos daban buena cuenta de los
últimos restos mortales del Primero entre los Seis Pares.
-
¡Sigo pensando que veinte Zenits es una puerca
miseria!-, a Dion, el viejo sepulturero tuerto
del sector 73, la lluvia se le escurría por la cara desde el canalillo de su
extravagante sombrero de tres picos. Algunos guardias le espetaron algo poco apropiado dadas las
circunstancias, mientras Lord Credo se recolocaba el cuello de su chaquetón de
tres cuartos, nervioso ante las perspectivas que se le avecinaban.
Nadie debía conocer la noticia antes de tiempo.
-
-¡Ehhh!, ¿acaso debo recordar que fui yo quien
tuvo que recoger todos los pedacitos?- replicó Dion, estornudando y acusando a
los guardias con el dedo-, ¡yo!; y no
vosotros, Importantes Señorías -, el sonido
de las industria retumbó a lo lejos,
mientras el agua continuaba cayendo impertérritamente sobre el cementerio - ¡Maldito seáis, Credo!, ¿Cuánto dijisteis
que pensabais pagarme por esto?, ¡os repito que es una puerca miseria! El viejo
se volvió sobre sí, mirando hacia abajo y guiñando su ojo de cristal a causa
del esfuerzo.
Resultaba paradójico que, aún rodeados de tanta tecnología, el
viejo tuviera que emplear una pala para enterrar al cadáver. Por su parte, los Caballeros de
la Rosa de Ibara continuaban con su monocorde letanía desde la comodidad de su
baldaquín, como si la cosa no fuera con ellos. Poco habían podido hacer la
noche anterior por evitar el funesto desenlace de los acontecimientos.
A un lado, la única hija del Emperador, sollozaba tratando
de aparentar entereza desde detrás de su velo. El elaborado sarcófago dispuesto
sobre la tierra se mostraba ante ella en uno de los pocos pedazos de verde que quedaban
en toda la ciudad. Quizás fuera tan sólo una ilusión, pero por un momento
pareció que sus labios se movieran para decir algo. Sin embargo, un extraño
sonido en el cielo y el siguiente estornudo del viejo apagaron sus palabras
como si nada.
-
- Recordad, tanto si os gusta como si no, ambos
estamos metidos en esto-, dijo una voz baja, por encima de su hombro derecho.
Varios de los asistentes intercambiaron entre sí
inquietantes miradas de sospecha.
Y es así como comienza nuestra historia. La noche anterior a
todo cuanto os narro ahora, para ser más exactos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario