Viendo estos
días atrás los últimos artículos de la la Frikoteca, le entran a uno unas ganas
enormes de ponerse a contar sus propias historias sobre cómo fueron sus
comienzos en esto del rol. Merced a lo que dentro de unos días está a punto
de ocurrir con el tema del Desafío de Trasgotauro, que suena un poco al Último
Superviviente, pero sin masticar tantas arañas, hoy deseo contaros algo, mi
propia reflexión personal, apenas una imitación barata de las tres estupendas partes
autobiográficas de Carlos de la Cruz.
Yo en esto del rol comencé por pura
autodeterminación personal, y es que como dice la canción, It´s a Long Way to the Top (If
You Wanna Rock 'n' Roll). Como muchos otros, había
aprendido a disfrutar el tema de los librojuegos, sazonados de autores e ilustradores
que después resultarían en carísimos artículos de Ebay. Pero creo que fue en un viaje de vuelta de
Marruecos, cuando hablando de esos mismos libros con hijo de algún compañero de
trabajo de mi padre, éste me hizo saber de la existencia de un juego basado en el
Señor de los Anillos (por aquel entonces yo era un auténtico talibán de la obra
de Tolkien), que permitía una serie de posibilidades mucho más allá de lo que
pudiera imaginar.
No tardé mucho
en investigar sobre el asunto, aunque confieso que algo incrédulo sobre lo que
me habían contado, hasta que después de preguntar en las pocas librerías de
mi pueblo, y muchas caras raras mediante, fui a dar con un ejemplar del libro
rojo de Joc en una extraña tienda de modelismo de olores sospechosos.
Lamentablemente,
mis primeras impresiones fueron que aquello se parecía mis librojuegos lo mismo que un huevo a una castaña, y todas esas tablas, bonos y
tiradas me parecían complejas de la leche, una agobiante aberración cthulhiana que
nunca conseguí interpretar bien, hasta que años después fui a
unas jornadas en un instituto de una zona marginal de mi ciudad en la gran
puñeta, y pude ver cómo funcionaba la cosa en vivo y en directo.
El libro era rojo, para advertirme que la letra con sangre entra. No lo pillé hasta leerlo después. |
Aquellas,
¿primeras? Jornadas de rol del año 91, hicieron más por mi oficio de director
que todos los manuales que pude comprar después. La forma en que aprendí a leer,
hasta entonces mi chapucera y autodidacta forma de jugar al Señor de los
Anillos, empezó con una partida a D&D basada en las Ruinas de
Bajomontaña. Si amigos, todo lo que sé, se lo debo a la llamada del malvado
Halaster Capanegra, o peor aún, a Xanathar y sus Agentes del Ojo.
Da la
casualidad de que también soy un gran fan de los videojuegos desde los tiempos
del Pong, y ya por aquel entonces había catado el genial Eye of Beholder de PC,
basado en esa misma localización, y cuya portada, una imagen brutal de Jeff
Easley que en mi mente había jugado a
interpretar, conjeturando sobre la historia tras la ilustración, pude llegar a saborear
con la punta de los dedos durante dos tardes consecutivas absolutamente inmortales.
El resto es
historia. Después vinieron D&D, AD&D…Y así hasta el friki que hoy soy.
A lo tonto van ya veintitrés años dirigiendo partidas (y un par más haciendo el
payaso), y aquí sigo, al pie del cañón, esperemos que por muchos años más… ¿La
segunda parte de las batallitas, decís? Probablemente el próximo mes, cuando vengan los
de de Trasgotauro. Ya veréis que treinta días más abueleros pasamos.
Compartimos haber empezado con los librojuegos y no haber entendido del todo las complejidades de "El Señor de los Anillos" ;). La diferencia es que para mí después vino RuneQuest, y no D&D, aunque también compré un poquito de D&D en su día ;).
ResponderEliminarSi, de hecho es un patrón de que se repite con bastante frecuencia entre los roleros de este país. Casi todos los que empezamos en esto por aquellos tiempos, lo hicimos en primer lugar, con la emoción de los librojuegos, y luego, con alguno de los clásicos "básicos".
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