Durante más de cien años, la bestia descendió como un buitre sobre las tierras de Malus, dejando tras sí un rastro de destrucción. Después de un sinnúmero de súplicas, se reclutaron ejércitos y fueron envidos a combatir contra Gildiss, el poderoso dragón rojo.
En su desesperación, el rey pidió consejo a su hechicero, Guindon, quien dijo que podía conjurar un sortilegio que haría dormir al dragón durante un año, pero que cuando despertara, este sería aún más poderoso. Sopesando el sufrimiento de su pueblo, el buen rey accedió y Gildiss cayó finalmente, sumido en un largo letargo .
Ahora, ese año casi ha llegado a su fin y la oscuridad se
cierne una vez más sobre las gentes de Malus. Durante el último
año, el rey ha enviado a cientos de caballeros para encontrar y destruir
a Gildiss mientras aún descansa encantado, más no se han recibido noticias de que
ninguno de ellos haya regresado victorioso…
The King of Dragons es
un hack and slash diseñado por capcom para la placa CPS-1 a principios
de los noventa, en una reinterpretación a la japonesa de su propia
versión de Dungeons & Dragons, algo que posteriormente daría pie a
grandes clásicos del género como D&D: Tower of Doom, apenas dos años
después, en una asombrosa evolución tanto en lo gráfico, como en su
ingenioso estilo narrativo con múltiples fases a elección del jugador,
que muchos consideran uno de los máximos exponentes del género.
Manteneos alejados de su hacha, pero sobre todo de sus cuernos, pues sus arremetidas pueden llegar a ser mortales. |
Para
comprender la magia que destila este King of Dragons a través de sus 16
niveles basta con observar algunos de sus títulos deudores:
Dragon´s Dogma, dónde el arte también corre a cargo de la siempre genial
Kinu Nishimura, a la que, seguro que conocéis por sus trabajos, también por la saga Street
Fighter o Fire Emblem.
También existen otros juegos más obvios, como Dragon´s Crown, que bebe tantísimo de la inspiración de King of Dragons que incluso llegó a ser ofrecido por Vanillaware a Capcom, aunque finalmente fue rechazado en un incomprensible error comercial, (y es que Capcom a esas alturas ya no era ni sombra de lo que algún día fue). Pero ninguno de estos títulos transmite una diversión tan directa e impactante como al meternos en la piel de alguno de los cinco avezados héroes que nos propone esta aventura para enfrentarnos al dragón y sus secuaces mientras atravesamos unos escenarios espectaculares: El viejo castillo en ruinas, cuyo piso termina viniéndose abajo ante el retumbante paso de un minotauro, el interminable torreón en una isla al más puro estilo de Jasón y los Argonautas, o ese enfrentamiento con un terrorífico draconiano blandiendo su látigo-espada, al que muchas veces podíamos ver en la propia demo de la recreativa y que muchos soñábamos con alcanzar.
El draconiano de la fortaleza entre las montañas era uno de los enemigos más emblemáticos, y conforme a la tradición, moría de un modo espectacular al asestarle el último golpe. |
Todos ellos son recuerdos que quedan grabados en la retina para la posteridad. Por si todo esto os parece poco, The King of Dragons iba en muchos casos montado sobre una recreativa que nos permitía la posibilidad de jugarlo a tres, lo cual, unido al hecho de incluir un sistema de avances por niveles que concebía que nuestro personaje se tornase más poderoso conforme iba recogiendo oro nuestros enemigos caídos, hacía que esos cinco duros se convirtiesen en un duro pique entre colegas tanto por el vil metal, como por las recompensas que nos daban al propinar el último golpe a los enemigos finales.
Un sucio ladrón aprovecha cualquier descuido para robar nuetra suerte (y de paso el oro y las joyas sobre el escenario). |
Todo esto los diseñadores de Capcom lo aprovecharon al límite, introduciendo tanto mejoras en las armas que nos incentivaban a seguir adelante sólo para ver qué magia lanzaba nuestro hechicero a continuación, así como pequeños hándicaps, como un miserable ladrón que trataba de robarnos los tesoros por la espalda mientras nos hallábamos en apuros.
Este tipo de caballeros era de los enemigos finales más pesaditos del juego. No es difícil, pero apenas un descuido es todo lo que necesita para abrasaroso o ensartaros de un lanzazo. |
Además, cada uno de nuestros héroes poseía características propias y peculiares, así, Vargas, el enano, era el aventurero con el salto más alto y los golpes más rápidos, mientras Derek, el guerrero, subía su barra de vida mucho más rápido que el resto al alcanzar un nuevo nivel, aunque su magia al presionar los dos botones a la vez, era la más débil de todas. Algo bastante lógico teniendo en cuenta que el uso de los poderes consumía parte de nuestros Puntos de Salud.
¡Diablillos voladores!, ¡¡diablillos por doquier!! |
El elenco de personajes lo completaban Aldo, el típico clérigo de envidiable resistencia, Leger, el hechicero, (y quizás uno de los más populares en los salones recreativos), Ravel, el elfo cobardica que tiraba flechas desde la cómoda distancia. Eso sí, como su valor de defensa nunca subía, había que tener un cuidado tremendo con que ningún orco le calzara una colleja, porque con un par de golpes volábamos al otro barrio a velocidad de crucero, debiendo emplear una de nuestras hojas de Athelas, como si estuviésemos en el Señor de los Anillos, a modo de continuación.
El enano no era de mis personajes más utilizados. Sus brazos eran más bien cortitos. |
Eran tiempos dónde dos botones (salto y golpe), bastaban y sobraban para hacernos fantasear con relatos al estilo del Hobbit, (el bueno, no el de las películas). De hecho, hay toda una mescolanza de mitologías curiosas en todo este juego; y es que esos orcos de aspecto porcino son un invento más propio de Runequest, mientras que el argumento y algunos objetos recuerda en algunos casos a las obras de Tolkien, y en otros, al más puro péplum al estilo de Harryhausen. Sin embargo, quizás siempre se asociará este juego con la figura de D&D, por el enorme trabajo de Alex Jiménez y el resto de equipo de diseño de Tower of Doom y Shadow Over Mystara, dos gigantes del género que nos regalaron en el 93, y luego en el 96, esta vez si, con licencias oficiales de TRS.
Gelatinas ocre. Cuidado con ellas, son como sanguijuelas. |
Tal vez, el único “pero” achacable a King of Dragons es que, si bien su jugabilidad es prácticamente a prueba de bombas, el diseño de los niveles se hacía algo corto, y su dificultad no era precisamente, “digna de un clásico”. Además, tres de sus niveles escondían el símbolo de Yashichi en zonas del escenario, de manera que, al descubrirlos, se nos concedía generosamente un continue extra.
Sin embargo, todo esto queda compensado con una experiencia más que gratificante, y amenizada con la banda sonora de Yoko Shimomura, ideal para lluviosa tarde de domingo. ¿Qué más se puede pedir?
Lo mejor
- Derrocha carisma por los cuatro costados.
- Jugar con tres amigos a la vez.
- Se ha conservado muy bien a pesar de los años transcurridos.
Lo peor
- La ausencia de un tercer botón para cubrirnos (algo que sí se añadió en la versión de SNES).
- Algunos jefes finales repetidos.
- La dificultad lo hace demasiado corto y asequible.