sábado, 2 de noviembre de 2013

El desafío de los treinta días de trasgotauro.

Desde Trasgotauro ha nacido una curiosa iniciativa que consiste en coger un mes de 30 días, e ir día a día respondiendo la pregunta relacionada con ese día en concreto hasta completar el mes. Sé que llego un día tarde, pero como dice el refrán, más vale tarde que nunca. Así pues, esta entrada versará sobre las dos primeras preguntas para luego ir cogiendo el ritmo día a día (o eso me gustaría).

Son preguntas entretenidas, así que no me disgusta contestarlas, ¡vamos a ello!.

¿Cómo comenzaste con los juegos de rol?

Pues recuerdo exactamente el momento. Fue una tarde de invierno hace ya...Pues casi treinta años. Debía estar yo dando mucho el coñazo porque mi padre me endosó su librojuego de Lobo Solitario y he de decir que la estrategia le funcionó a la perfección. Aquel libro me sirvió, aparte de para pasar la tarde calladito y sentado, a modo de inspiración para mis partidas durante muchísimos años. Esos dibujos de Gary Chalk, tan impactantes y esa narrativa sombría (entonces yo no sabía que género de fantasía era aquel), no fueron igualadas hasta que algún tiempo después cayera en mis manos Heroquest, (si confieso que siempre he sido el niño "games workshop" de la casa), pero antes de aquello, mi padre tenía otros muchos libros por el estilo: Los dos primeros de Lobo Solitario, unos siete u ocho de la colección Lucha-Ficción y otros dos de la Búsqueda del Grial. Todos ellos los devoré en cuestión de días y continué releyéndolos hasta que prácticamente se me desmoronaron a pedazos décadas más tarde. ¡Ay!, mi vida sin el irónico humor del señor Brennan no ha vuelto a ser el mismo, pese a que buena parte de lo que escribo me sale siempre con cierto ramalazo a su forma de entender las aventuras.

Sencillamente uno de los mejores de la historia. Esta versión en concreto. La nueva posee unas ilustraciones que son pura caca en comparación a la fuerza que tenían las antiguas.


Después supe por algunos amigos, de la existencia de libros más allá de aquellos librojuegos y en mi mente se fue introduciendo la idea de aquello de "jugar al rol". Como era un chaval muy curioso, investigué durante algunos meses, di el coñazo en mi librería de aquel entonces, y finalmente la cosa comenzó a cristalizar. 

Mi iniciación en el mundo del rol, (la de verdad, la auténtica), fue de la mano del Señor de los Anillos de Joc, comprado por casualidad en una tienda de modelismo que poco o nada tenía que ver con aquellos temas y que misteriosamente aún sigue en pie. Cosa del tráfico de drogas, supongo. Casi paralelamente comencé a jugar a D&D, gracias a unas jornadas que se realizaban en un instituto de mi ciudad y a las que acudí acompañado de unos cuantos amigos, ¡e incluso mi abuelo!. Tengo muy buenos recuerdos de aquella época. De hecho, llegué a poseer una colección realmente envidiable de suplementos (la mayor parte de ellos de AD&D) que a día de hoy deberían valer una buena fortuna.

Conocía la existencia de Bajomontaña gracias a videojuegos como The Eye of Beholder, así que en cuanto supe de la existencia de esta caja corrí a comprarla como alma que lleva el diablo. Dos mil pesetas que me costó; lo recuerdo como si fuera ayer.


 Lamentablemente, con una humedad propia de una selva amazónica, guardar mis libros en una cesta de mimbre bajo la cama no resultaba muy buena idea. Parte de esos juegos fueron devorados por un hongo que todavía recuerdo con bastante rabia. Especialmente sangrante fue el caso de mi cajita de las Ruinas de Bajomontaña y especialmente misterioso el caso de Star Wars, Dark Sun o Taladas, estos últimos aparentemente indestructibles salvo en caso de catástrofe nuclear.

Juego Favorito

Esto enlaza en buena parte con lo anterior. Habían pasado algunos años desde el episodio de los hongos y por aquel entonces ya guardaba mis libros en condiciones mucho más cuidadosas, pero apenas hacía uso de ellos salvo para hojearlos por puro coleccionismo. Tenía, por aquel entonces, una ingente cantidad de suplementos para Rolemaster, el Señor de los Anillos y AD&D, y había conocido la lóbrega genialidad de Elric, el sencillamente brutal Star Wars de Joc y mi colección de librojuegos había crecido hasta límites insospechados con la serie negra de AD&D y mucho más Fighting Fantasy. Por aquel entonces se comenzaba a llevar mucho el tema de Vampiro y sus subproductos, libro que yo pensaba que había destruido buena parte de la esencia de todo aquello que me había gustado hasta aquel entonces, así que todo esto lo había abandonado en favor de los wargames (Warhammer principalmente).

¡Este libro maldito tiene la culpa de todo!


 Un día, un colega con el que hacía tiempo que no tenía mucha relación me llamó para una partida, así, un poco como para hacer bulto. El juego en cuestión era Warhammer, del cual conocía mucho sobre su vertiente bélica, pero no en su bis más rolera, de la cual apenas había sabido de oídas. No hace falta decir que inmediatamente después de la partida de iniciación recuperé la fe en el buen rol de antaño y aquello me dió fuerzas para volver a dirigir algo que me motivara.

Durante años, conservé a ese grupo de jugadores y juntos, jugamos todas las campañas habidas y por haber para la primera edición de Warhammer, amén de otras tantas de mi puño y letra.

Fueron varios años de rolerismo monográfico, en el sentido de no querer probar otra cosa más allá de ese manual tan cojonudamente redactado. Desde entonces no he parado de jugar o coleccionar, así que puede decirse que mi relación con ese libro en concreto es especial en varios aspectos.

Hoy me da un poco de pena pensar cómo ha evolucionado Warhammer desde finales de los noventa hasta ahora. Es un poco como verle seguir la estela de Reinos Olvidados, salvando las distancias. Pero bueno, esa es otra historia...

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