Seguimos con las andanzas de Karthus y Kaos, dentro de la mazmorra conocida como el Bastión de los Bandidos. Aunque esta es la segunda entrada sobre el tema, en realidad todo lo que os voy a contar tuvo lugar en la primera sesión. Como en aquel momento no sabíamos cuando íbamos a poder quedar y yo quería que al menos pudiéramos coincidir un día en el que Edu también pudiese venir, acordamos tácitamente que cada sesión terminaría con nuestros héroes volviendo a la posada a descansar.
Tenía pensando que la villa más cercana a la mazmorra (que a todos os sonará, por ser la Fortaleza de la Frontera), serviría como base de operaciones para las diferentes expediciones al calabozo. La idea inicial era enlazar el tema de la Fortaleza con otra campaña tipo sandbox que estuve preparando y jugando en internet hace tiempo, de manera que pudiera aprovechar ese material y expandir la zona alrededor al Bastión además de la propia ciudadela.
Como quiera que la realidad siempre supera a la ficción, para cuando jugamos la siguiente vez ni tan si siquiera había sido capaz de abordar uno sólo de esos temas, aunque es algo que me gustaría estudiar en cuanto pase este horrible mes de cubrir vacaciones a mis compañeros en el trabajo.
Sin más preámbulos, os dejo con el resumen.
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La Esfera
-Eso fijo que es una Palantir -dijo Adri por boca de Kaos-. Como en el Señor de los Anillos. La Palantir sirve para ver cosas de lejos, pero hay que tener cuidado, a Saruman no le sentó muy bien mirar más de la cuenta.
-Esto me da mala espina- cuchicheó el paje mediano con Lady Layra-.
-Mejor sería dejarla dónde está- dijo Layra Grelina, casi pensando en voz alta...¿Quién puñetas sería el tal Saruman?
El lugar en el que se encontraban ahora, que por cierto, no andaba muy lejos de dónde habían rescatado a Isolda, el enorme Sabueso de Costa Azul, era una rara sala circular con ocho puertas, siete salidas diferentes en todos los puntos cardinales, más una octava por la que habían entrado viniendo desde sureste. La cámara estaba rematada por un pequeño altar central, con algo aparentemente esférico y oculto bajo una frisa de terciopelo morado. Cuatro estatuas de estilo clásico y dos metros y medio de alto rodeaban el ara observando melancólicamente en dirección suroeste. Con una de las lanzas que Karthus había recuperado explorando los barracones, el hechicero estaba pensándose si tocar lo que fuera que se ocultase bajo la tela, hasta que al final ganó la curiosidad.
¡Plink, plink! Una bonita esfera de cuarzo azul y aspecto valioso cayó rodando desde el pedestal.
-¿Ves? Una Palantir. Estaba claro- dijo Kaos -.
-¡Mala espina!- se reafirmó el mediano-.
-Pues parece cara-, añadió Karthus, pensando que había sido un milagro que no se hubiera roto-. La esfera emitía un aura ciertamente relajante y si uno la observaba con atención, un oscuro espacio vacío se reflejaba en ella, como un extraño paisaje de pasadizos convexos e imposibles dimensiones.
-Hala, pues pues me la guardo- el hechicero se la metió en el bolsillo sin mucha ceremonia-. No parece que se vea gran cosa en ella, pero igual algo vale.
Cuando intentaron salir de la sala por una puerta distinta, inesperadamente el grupo terminó saliendo justo por el mismo túnel por el que habían entrado al lugar...
Cosas del Director: Aquí había diseñado un mecanismo para esta habitación, por el que la sala gira sobre sí misma sutilmente si se dan unas determinadas condiciones. El giro es aleatorio, pero dio la casualidad que el D8 que señala la dirección a tomar fue a señalar el mismo túnel por el que habían venido, por lo que mis oportunidades de fastidiar un poco al cartógrafo se vieron desbaratadas antes de tiempo.
Pronto, el grupo se dio cuenta de que para salir de allí en la dirección en la que quisiesen, simplemente bastaba con observar a las estatuas que rodeaban el altar, pues siempre parecían indicar el mismo punto de referencia hacia el suroeste. Por esa misma razón, decidieron tomar hacia allí.
Más Estatuas
El túnel avanzaba, apenas 10 metros más hasta llegar a una segunda puerta y, tras esta, una segunda habitación circular, algo más grande que la anterior, con una puerta en la pared norte y otra en el este, además de aquella por la que habían llegado. El laberinto se complicaba. La habitación en si, era parecida a la anterior. Cuatro estatuas de más o menos dos metros y medio de alto aguardaban apuntando a una estatua central, que parecía sostener un bóveda de crucería y con ella, todo el techo de la estancia.
Cada una de esas cuatro estatuas llevaba consigo con sendos braseros en actitud mendicante, como suplicando una limosna.
-Más mal rollo, ¡mal rollo!- el paje mediano era todo positividad.-
-Aquí es obvio que hay algo raro- dijo el semiorco-. Vamos a mirar la estatua del centro, porque seguro que algo hay en ella que se nos está escapando. Esto es todo como muy mitológico.
Pese a las reticencias de Zereth, encontraron que la estatua central podía ser movida en cuatro posiciones, hacia el sur, norte, este y oeste. Concretando un poco más, el semiorco miró con su antorcha...Por cierto, qué cosa más rara. Al hechicero se le habían apagado ya un par de antorchas desde su paso por los aposentos de la esfera...Pero a lo que vamos, miró a la luz de su antorcha y quedó claro que había marcas en el suelo más acusadas, indicando que la estatua central se había movido un mayor número de veces empujándola hacia el oeste. Así que sin pensárselo mucho, hicieron lo propio.
¡CLICK!
Esto descubrió una puerta nuevamente en dirección suroeste hacia...¿Fuera de la mazmorra?
Cosas del director: Ya me estaba cagando en todo. Con un 16,67% de probabilidades de encuentros, había tirado ya unas cuantas veces. De hecho, los aventureros habían podido descansar una vez cómodamente dentro de la mazmorra y en ningún momento se habían topado con nadie dentro de aquellos solitarios corredores...Ni nadie había dado con ellos...Aún. La cosa está en que por fin tras este buen rato de partida, sí que había salido algo en las tablas (ojalá una cohorte de demonios abisales devoradores de carne), pero no. Lo que salió, como se verá a continuación, fue algo más bien distinto.
Hermano Chirste
La puerta secreta se abrió a un lóbrego paisaje de zarzas y peñascos desconocido para los aventureros. Lo más preocupante era que el suelo era de lodo en su mayor parte, o al menos así se mostraba con el rocío de la noche. Y en él se adivinaban huellas. Muchas huellas, de hecho. Aquella debía ser la entrada secreta más conocida a este lado de la región y al mismo tiempo, un punto de acceso diferente a la mazmorra. Que siempre está bien saber que está ahí, pero una cosa no quita la otra.
En estas cosas andaba pensando el grupo cuando de pronto y desde abajo del sendero, comenzaron a oírse quejas y extraños sonidos, como una voz de alguien que viene subiendo trabajosamente por el camino montañés.
Se ocultaron todos como pudieron y la embozada silueta de un extraño flagelante apareció de súbito tras un recodo, fustigándose afanosamente con una vara de tejo. La figura alzó la cabeza un momento y supo de inmediato que allí se estaban amagando bastos. Hizo ademán de huir hacia el interior del calabozo, pero el bárbaro fue más rápido que él y con una bella muestra de elocuencia a base de puñetazos y un 9 en Carisma, hizo caer preso al penitente antes de que pudiera cruzar ni tan siquiera el umbral.
El desconocido vestía similar a aquellos a los que habían encontrado vagabundeando en los barracones abandonados, un ropón rojo con capucha y símbolos paganos, reconocibles como de alguna suerte de culto del Caótico.
-¿Qué puñetas?- el semiorco le reconoció al instante-. ¡Pero si este es el herrero del pueblo del que hemos venido! Ya puedes ir contándonos todo lo que sepas. El orco apretó bien a su presa, con la cuerda que había comprado la mañana anterior en el pueblo.
-Yo digo que lo degollemos - Dijo Layra, que no había aportado gran cosa al grupo hasta ese momento-. Es un adorador del Caos, a mí con eso me basta para una ejecución ejemplarizante. Además, nos podría servir hasta cierto punto si...
-¡Eh! A mí me interesa saber qué tiene que decir- interumpió el semiorco -.
-Afloja la lengua, ¡perro!- dijo el hechicero, zarandeando al cultista-.
-¡Muerte a los herejes!- apostilló el mediano, reafirmando a su señora-.
-Esto es como para pensárselo. Quedaos aquí vigilando a ese, que no se escape. ¡Y nada de matar herejes!-.
El bárbaro y el semiorco, decidieron discutir un momento en privado.
-Oye, esta gente es muy rara- dijo Kaos-. Primero, dicen ser clérigos de Taranis, pero para ser guerreros divinos no parecen muy valientes. Y luego tanta prisa por ejecutar me suena rarísimo.
-Casi tan raro como un semiorco llamado Kaos y hablando de juicios justos- bromeó Karthus.
-En realidad, me acabo de acordar de una cosa- dijo Kaos sorteando las puyas-. Hace tiempo, escuché una historia acerca de la gente que alguna vez habitó aquí, en el Bastión. En aquella leyenda, se contaba que dos sectas enfrentadas, los Sectarios Rojos (supongo que su nombre real quedó olvidado por el devenir de las eras) y los sectarios blancos, tuvieron su guarida en este lugar. Se dice que ambos rezaron a sus dioses para que sus enemigos desaparecieran y eso hicieron. Atrapados en el interior del calabozo, los dos grupos coexistieron a la vez en el mismo espacio sin sentirse ni verse los unos a los otros, hasta caer finalmente en el olvido. No dejo de pensar de un tiempo a esta parte, en el curioso contraste de los rojos ropajes de estos adoradores del Caos y los blancos ropajes de estos que dicen ser clérigos de Taranis.
-Pues pinta mal .- dijo Karthus-. Son dos, más dos perro. Sin contar con los que nos pudieran aparecer por el camino. No sería un combate fácil llegados al caso. Seguramente tampoco podríamos escapar de ellos de buenas a primeras. O por lo menos no sería fácil. Creo que lo mejor es obrar con cautela e intentar mantener las distancias. Nos hemos visto atrapados, prácticamente sin pretenderlo.
-Pero primero vamos a ver lo que dice el hereje-, dijo Kaos-. Como se pase de listo, va a hacer una visita a sus dioses antes de tiempo.