Soy un gran coleccionista de
cómics, no es ningún secreto. De hecho, creo que llevo coleccionando cómics
casi desde que tengo uso de razón y aprendí a leer, en buena parte, gracias a
ellos. Me gustan tanto o más que el rol, los videojuegos o las miniaturas, mis
otras grandes pasiones frikis, y pienso, en retrospectiva, que desde que era un
adolescente siempre tuve claro qué series me gustaba coleccionar y cuáles no.
Cuales quería conservar para la posteridad y cuales podían estar -o no- “en mi
lista”.
Porque creedme, tengo una lista
mental de cómics que aún me queda comprar.
Mil años. Después de mil años esperando el jodido Joe Madureira ha dicho que con la llegada del videojuego, también terminará Battle Chasers. Qué tranquilito me quedo. |
No, no es coña; y no son muchos,
bien es verdad, pero la mayoría, o son complicados, o son caros, o ambas cosas,
y han de esperar al momento adecuado para llegar a mis manos.
Recuerdo que cuando completé Dragon Ball tuve esa sensación por primera vez.
La sensación de que no necesitar
coleccionar nada más, de que todo estaba completo. Era prácticamente la última de una lista de series
japonesas como Ranma, Kenshin, Slayers y alguna cosilla más, que se unían también
a las obras completas de Alan Moore o al Hellboy de Mike Mignola. Y puedo corroborar
a día de hoy que salvo honrosas excepciones, como One Piece, o el Botones de
Verde Caqui de Schwartz & Yann, prácticamente después de aquello me di por
satisfecho. Aquello marcó un punto de inflexión en mi vida como coleccionista.
Pues bien, el otro día me ocurrió algo parecido respecto al tema rolero.
Ocurrió cuando terminé de una vez
por todas de dar buena cuenta de mis libros de Fighting Fantasy. Los últimos dos en
llegar fueron el libro de conjuros para la campaña ¡Brujería! De Steve Jackson
y el Hechicero de la Montaña de Fuego. Dentro de no mucho me gustaría escribir
alguna cosa sobre este último, pero la cuestión es que de un tiempo a esta
parte, no sabría cómo decirlo, o me he vuelto muy sibarita -léase gilipollas- con el tema este de
los libros, o simplemente no encuentro la necesidad de invertir en rol mucho más dinero; nuevamente con honrosas
excepciones como por ejemplo Ryuutama, que aún sigo esperando que traduzcan al castellano.
En fin, eso no quiere decir que
vaya a volver loco quitándome del rol, que vaya a dejar de jugar o que
pierda el interés en la causa. Simplemente significa que respecto a temas de
manuales, me queda poco para quedar completamente saciado. O eso creo. Y el volumen de
compras de material que reseñar por aquí puede que empiece a quedar en segundo plano.
¿Sabéis cuanto rol llegué a
comprar en 2014? Ablaneda...ehh...Y Ablaneda...ehhh...Y ahora mismo no recuerdo si mucho más, ¿he dicho Ablaneda antes? Pensándolo
positivamente, esperemos que esto me permita centrarme un poco en el tema de
las aventuras, reglas y otro material jugable. Por lo pronto, en Igarol continuamos
con la traducción de Zweihänder, y yo tengo por delante mucho minimódulo por traducir y maquetar que se me han ido acumulando en este tiempo de locurón de cosas diversas.
Son etapas de la vida, supongo.
¿Quién sabe qué cosas deparará el
futuro?
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