La guerra contra (y entre) los enanos es una lucha de túneles sin piedad, dónde el enemigo se escurre bajo tus pies. Una lucha que
incluye, en incontables ocasiones, un valor inusitado y batallar a oscuras
contra ellos u otras criaturas peligrosas tales como, serpientes, arañas
gigantes, (por no hablar del gas venenoso hecho con betún y cristal de azufre) y un sinfín de mortales celadas
mecánicas, dispuestas para causar dolor, ralentizar al enemigo o bloquearlo,
cuando no asesinarlo con la especial crueldad matemática de estos genios de la artimética y la
ingeniería minera.
Habitualmente, pelear contra los enanos se considera una guerra de guerrillas en un laberinto de pasadizos en zigzag, donde los desplomes, cargas de demolición y túneles ocultos juegan un papel primordial. Raras veces se encuentra a los enanos presentando batalla fuera de la seguridad de sus dominios. En su lugar, prefieren acometer al enemigo en sus reinos subterráneos, y preferentemente en aquellos lugares dónde los espacios son estrechos, el aire viciado, y la variedad de cavernas hacen que éstos surjan prácticamente de la misma tierra, golpeando como fantasmas y desapareciendo tras una buena dosis de violencia tan innecesaria como pueril y cervecera.
Cuando criaturas más grandes, tales como humanos intentan seguir los pasos de sus enemigos, con frecuencia se ven atascados a causa de su mayor envergadura y por unas armas, poco habituadas a ser utilizadas en un túnel subterráneo. Entonces los enanos apuñalan y sajan prácticamente desde cualquier flanco, dando la impresión de constituir una enorme tropa, cuando en muchas ocasiones, son apenas un comando de jóvenes entusiastas deslizándose silenciosamente a través de rutas subterráneas de menos de un metro de altura.
Sus túneles son un infierno de ramas secundarias y
conectadas entre cámaras, abrigos y entradas subterráneas hacia saben los
dioses qué lugares. Como normalmente el clan enano no suele estar constituido
por un gran número de guerreros, es bastante usual que éstos lleven consigo a
sus muertos después de la batalla, para que sus enemigos no sean capaces de hacer
recuento de los cadáveres (y por el valor que le conceden a todo lo relacionado
con sus ancestros).
A veces, la urgencia de la batalla no da tiempo a un funeral digno y entonces el olor se vuelve insoportable. Intenta imaginarlo, un lugar claustrofóbico dónde apenas hay espacio para caminar, dónde a veces tienes que avanzar de lado o encogido, el aroma de la carne a descomposición, el terror de los sonidos más o menos cercanos y toda una tropa de rabiosos matadores intentando machacarte a consciencia desde algún condenado escondrijo.
En la lucha contra los enanos son frecuentes los ataques de
pánico y la enfermedad mental. Es una forma de guerrerar con resultados mucho más psicológicos que reales en el campo de batalla. Resulta dificultoso derrotar así a una gran hueste invasora de humanos u orcos, pero el enorme desgaste mental de no sentirse seguros ni controlar el terreno resulta ciertamente devastador.
Pues son unas buenas reflexiones, algo así me lo imaginaba yo.
ResponderEliminarA ver si otro día puedo comentar algo más. Está la cosa mala de tiempo.
EliminarHola,
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el artículo, porque es un tema que no se trata muy a menudo. Normalmente, tendemos a pensar en las batallas como algo grandioso en espacios abiertos, mientras que la guerra de túneles realmente no tiene nada de glamoroso ni de épico.
Un saludo, desde «Con Pluma y Píxel»
Gracias, me hubiera gustado escribir un relato para contrarlo en lugar de un artículo, pero al final ha tenido que ser así. Quizás en otra ocasión...
EliminarHola! Me ha gustado mucho tu artículo, me ha dado que pensar sobre cómo serían las batallas de este tipo y encuentros concretos que podrían aprovecharse.
ResponderEliminarAdemás, me hace plantearme cómo sería una guerra entre dos clanes enanos, ambos conocedores del terreno. Me da que podría parecerse mucho a una partida de ajedrez gigante y brutal.
Un saludo!